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La depreciación del bolívar en 2025: causas estructurales y salidas posibles Por José Gregorio Figueroa Zabala


Un análisis de opinión sobre la depreciación del bolívar en 2025, sus factores estructurales y las medidas urgentes que requiere la economía venezolana.

La depreciación del bolívar en 2025 no es un fenómeno sorpresivo, sino la continuidad de un proceso que se ha vuelto estructural en la economía venezolana. Cada caída de nuestra moneda frente al dólar no solo refleja desequilibrios financieros, sino también la pérdida progresiva de confianza en un modelo que no ha logrado estabilizar el poder adquisitivo ni generar credibilidad en los mercados.

Es necesario insistir en la distinción: devaluación es la decisión deliberada de un gobierno de reducir el valor oficial de su moneda en un sistema de cambio fijo; depreciación, en cambio, ocurre cuando las fuerzas del mercado, la oferta y la demanda, determinan la pérdida de valor. Venezuela, aunque con intentos de control y regulaciones, se encuentra en la segunda categoría: un país con un bolívar que se deprecia por la presión de los desequilibrios macroeconómicos.

La depreciación del bolívar no puede explicarse con un solo factor. Es la suma de cinco realidades que se retroalimentan:

  1. Hiperinflación persistente: la emisión inorgánica de dinero por parte del Banco Central, sumada a la baja oferta de bienes, empuja los precios hacia arriba y acelera la búsqueda del dólar como refugio.
  2. Déficit fiscal crónico: el gasto público, muy por encima de los ingresos, se financia con impresión de dinero, lo que alimenta el ciclo de inflación y depreciación.
  3. Dependencia petrolera: la caída de la producción de crudo, la reducción de exportaciones y las sanciones han limitado el flujo de divisas, debilitando aún más al bolívar.
  4. Desconfianza en la moneda: los venezolanos, empresas e individuos, prefieren ahorrar y transar en dólares, lo que multiplica la demanda de divisas y acentúa la pérdida de valor del bolívar.
  5. Inestabilidad política e institucional: la falta de seguridad jurídica y de reglas claras aleja la inversión productiva y dificulta la diversificación económica.

Estos factores convierten la depreciación en un círculo vicioso que golpea al ciudadano común, encarece la vida y debilita el tejido productivo nacional.

La solución no puede reducirse a controles de cambio ni a medidas improvisadas. Requiere un plan económico integral, sostenido en el tiempo y con respaldo político. Algunas acciones son impostergables:

  • Disciplina fiscal y monetaria: detener la emisión inorgánica de dinero y ordenar el gasto público, priorizando inversión social y productiva.
  • Recuperar la confianza: garantizar seguridad jurídica, reglas claras y respeto a la propiedad privada para atraer capitales nacionales y extranjeros.
  • Diversificación productiva: dejar atrás la dependencia del petróleo e impulsar sectores como agricultura, turismo, tecnología e industria.
  • Transparencia cambiaria: un mercado de divisas unificado, libre y confiable, que reduzca la brecha entre el tipo de cambio oficial y el paralelo.
  • Acuerdos políticos e institucionales: sin consensos básicos y estabilidad política, ninguna reforma económica tendrá efectos duraderos.

La depreciación del bolívar es, en esencia, el reflejo de una economía que ha perdido rumbo y credibilidad. No se trata solo de números o de un dólar que sube cada día: es la expresión de una crisis estructural que demanda reformas profundas.

Mientras no exista voluntad política para atacar las causas de raíz, la moneda nacional seguirá debilitándose y el dólar continuará marcando la vida cotidiana de los venezolanos. La pregunta clave no es si el bolívar puede dejar de depreciarse, sino si el país está dispuesto a emprender el camino —difícil, pero necesario— de estabilizar su economía, reconstruir la confianza y apostar por un modelo productivo sostenible.

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